La Flama de la Venganza
-¡Tío, contanos una
historia! dijeron mis sobrinos.
-“Bueno, les contaré
la historia de mi amiga Lucy y mi hermana Melanie”.
Conocía a Lucy desde que tenía
dos años, crecimos juntos en Haxby porque era mi vecina. Hasta que se mudó
cuando teníamos doce. El día anterior pasó algo que me marcó para el resto de
mis días.
Estábamos sentados en el patio de mi casa, mirábamos las estrellas y las
nombrábamos una por una. Lucy sugirió que comiéramos, teníamos hambre.Entramos
para buscar algo, pero no había nada. Le dije que fuéramos al supermercado juntos,
pero ella decidió quedarse.
Estaba volviendo a mi casa, cuando de pronto, oí unos gritos de auxilio:
era Lucy. Corrí lo más rápido que pude hasta que la encontré cerca de mi casa,
asustada. Caminó hacia mí y empezó a llorar. Luego vi lo que había detrás de
ella: mi casa estaba en llamas, fuego por doquier, arrasando con todo a su
paso... Y entonces, recordé: Melanie. Tenía que entrar a ver si estaba allí,
pero cuando llegué, era muy tarde. La casa se había derrumbado. No sabía qué
hacer, entré en pánico, grité por ayuda lo más fuerte que pude, pero nadie
parecía escuchar. No podía creer que mi hermanita probablemente estuviera
muerta. Vinieron los bomberos y apagaron el fuego.
Al día siguiente, nos mudamos a otra casa, sin Melanie y con Lucy a
miles de millas de distancia.
- ¿Ya terminó la
historia tío?
-
No,
queda mucho que contar.
Cuando cumplí los dieciséis años, decidí ir a una universidad cerca de
Haxby. Mientras estaba en la fila esperando para inscribirme, me encontré con
Lucy. Ella había visto una casa en el mismo terreno de mi anterior hogar y me
ofreció quedarme allí. Acepté.
Unas semanas después de que ingresamos a la universidad, empezaron a sucederle
cosas extrañas mientras estaba sola: se empezaron a quemar objetos por toda la
casa. Al principio, no sucedía tan seguido, pero con el correr de las semanas,
era constante. Todos los días, Lucy me decía que cuando yo no estaba, se
convertía en un infierno. Contaba que parecía que la casa la odiaba, que se quería
mudar conmigo a otro lugar. Lo curioso era que nada ocurría cuando estaba yo. No
veía una razón por la que hubiera que mudarnos. Estaba asustado por Lucy: se estaba
volviendo loca.
Unos días después, Lucy me contó que escuchaba voces, que la culpaban de
haber matado a Melanie.
Al día siguiente vio que se reflejaba el rostro de mi
hermana en los espejos. Hasta que un día llegué a casa y Lucy empezó a llorar y
a decir que lo sentía, que no podía ocultarlo más.
Me contó que ella: había matado a mi hermana. Estaba celosa de su
aspecto, de su risa, de cómo yo la miraba con amor y admiración, de cómo pasaba
los días enteros con Melanie y no con ella. Así que Lucy prendió una vela y la dejó
caer, quemando la alfombra que cubría el piso de nuestra casa. Las lágrimas que
había llorado aquella noche y los gritos de agonía habían sido falsos.
De pronto, se cortó la luz y la oscuridad llenó el lugar. Prendí una
vela y la sostuve en frente de mí, pero noté algo extraño: Lucy no estaba. De
repente, una luz salió de mi cuarto y, sin siquiera darme cuenta, estaba
subiendo las escaleras hacia esa horrible habitación. Abrí la puerta con mi
mano temblorosa y pude ver una silueta oscura en el cuarto débilmente iluminado.
Acerqué la tenue luz y vi a Lucy en una
lúgubre esquina. Estaba arrodillada en el suelo, todo su ser temblaba y su
cabello negro estaba suelto, cubriendo su rostro. Lo alzó dejando a la vista
sus ojos y murmuró:
“No puedes salir de
aquí ahora que sabes la verdad”
Sus ojos antes negros se inyectaron con sangre, de su espalda brotaron grandes
patas negras que se clavaron en el piso con un fuerte estruendo. Tenía unas enormes
y filosas garras en sus manos y pies. Su cuerpo había crecido y algunos filamentos
negros salieron de el, y se adhirieron a ella hasta cubrirla completamente. De
su boca, salieron grandes colmillos. Parecía una pesadilla. Pero no era de
verdad ella era un monstro
Empecé a correr lo más rápido que pude, pero escuchaba los pasos del “monstruo”
que me seguían. Tenía tanta adrenalina en mi cuerpo que no sentía el dolor
cuando chocaba contra las paredes. Tenía que detenerla. Entonces me di vuelta y,
cuando el monstruo se abalanzaba sobre mí, arrojé la vela que llevaba en mi
mano. Su cuerpo empezó a quemarse lentamente y, mientras Lucy agonizaba, volvía
a su forma humana. Antes de que se quemara por completo, apagué el fuego,
dejando a Lucy inconsciente en el piso. Y la lleve a un hospital, y sobrevivió
Tenía que tomar una decisión, no podía seguir viviendo así.
Decidí mudarme y dejar a Lucy en Haxby. Me transferí a la universidad Xavier en
Estados Unidos para terminar de estudiar.
-“¿Y qué pasó con
Lucy, tío Frank?” preguntaron mis sobrinos.
-“Dicen que ronda por
Haxby atormentando a sus habitantes.”